En lo cotidiano, en la ciudad, en la calle, fuera de nuestro habitáculo,
aparece un escenario donde todos interactuamos a la vez que observamos al prójimo.
Observamos el mundo que nos rodea y cambiamos de canal en cuanto no nos sentimos
a gusto con lo que vemos. En el habitáculo, quizás podríamos
llamarlo camerino, lugar donde nos preparamos para actuar, aquí convivimos
con directores artísticos que nos moldean y ayudan para enfrentarnos
al mundo, este papel lo asume la familia. Desde este lugar conoceremos más
del mundo que desde el propio mundo, gracias a los media.

Comparar la vida con una obra de teatro, donde cada uno tiene
un papel que representar, es una idea tradicional desde la antiguedad. Los estoicos,
lo asociaron a la idea de dignidad humana. Pero el uso del tèrmino escena añade
dos características a esta metáfora.
La primera es la de cierta interrupción en la continuidad de la vida.La escena
a menudo un momento privilegiado, muy intenso. En la vida real, es un intervalo
en el que se desarrolla una acción que se lleva a su término , algo provisional.
Pero la palabra "escena" también instaura una relación actor-espectador. Por
un instante se olvida de la realidad del hecho en beneficio de una visualización
distante del mismo. La escena existe para los que ven la acción desde el exterior.
(Etienne Souriau)

1.- EL MUNDO COMO ESCENARIO. EL HOMBRE: UNA ESCENA CONSTANTE.

Observar la gesticulación del espectador contemporáneo es igual a interpretar
ese mismo papel. Escoger la figura del espectador, es un intento de acercarse
al individuo de hoy, porque todos, inevitablemente, nos hemos convertido en
una escena constante, cuyo decorado recuerda difusamente al mundo, o quizás
ya, a nosotros mismos. Somos una escena individual que se fusiona en la escena
global del mundo. No escogemos gratuitamente una escena concreta, sino que habitamos
en una que engloba a todas gracias a los medios de comunicación. ¿Habrá argumento
más complejo que el de nuestras propias vidas? ¿En que género de cine lo encuadraríamos?.
Quizás responder como que es un film histórico, le da el status de comedia;
si no lo respondemos es porque tememos a la tragedia. Nuestra peripecia contemplativa
del mundo se mezcla con nuestra presencia activa en él. Nos transformamos, al
ser una escena constante, de actor a espectador repentinamente, tanto que ya
no parece necesario recapacitar sobre ello.

Según Baudrillard comenta,"todos nosotros somos unos actores, todos unos espectadores,
ya no hay escena, la escena está en todas partes, ya no hay reglas, cada cual
interpreta su propio drama, improvisa a partir de su propia fantasía". Esta
relación nuestra con el múltiple, el ser fragmentado, que nos presenta Tony
Ousler en su instalación "SISTEM OF DRAMATIC FEEDBACK", trata justamente de
esta mínima distancia entre el espectador y el actor, aunque es también una
crítica sobre la vigilancia y el acecho en los medios de comunicación populares.
Comenta Octavio Zaya sobre la instalación, "mientras observábamos alrededor,
también nos sentíamos observados. Una gran proyección de vídeo, que ocupa toda
una pared, mostraba un grupo de espectadores en el cine, filmados desde el punto
de vista de la pantalla, que transformaba la instalación en un escenario supuestamente
observado por la audiencia proyectada. La audiencia del vídeo estaba emplazada
en el plano de la pantalla, mientras que la instalación, que ocupaba el espacio
de la audiencia, se transformaba en el espacio del drama. Invirtiendo los papeles
y las relaciones entre la audiencia y la proyección, el espectador real que
se movía por el espacio de la instalación, asumía también diferentes papeles
físicos y psicológicos: como voyeur/visto, objeto/subjetivado, controlador/manipulado".
Comenta Ousler "las analogías con la relación media-espectador, son muchas.
El múltiple cambia de una personalidad a otra sin saberlo, como un actor hipnotizado.
Estos múltiples pueden entenderse como una colección de personajes representando
un horrible trauma real. Algunos psiquiatras teorizan que los múltiples son
simplemente expertos en autohipnotismo". Alejados, pues, de nuestra butaca-altar
del hogar, conservamos como novedoso algo que hemos ya aceptado: la nueva mirada
que nos ofrece la era televisiva. En lo cotidiano, en la ciudad, en la calle,
fuera de nuestro habitáculo, aparece un escenario donde todos interactuamos
a la vez que observamos al prójimo. Observamos el mundo que nos rodea y cambiamos
de canal en cuanto no nos sentimos a gusto con lo que vemos. En el habitáculo,
quizás podríamos llamarlo camerino, lugar donde nos preparamos para actuar,
aquí convivimos con directores artísticos que nos moldean y ayudan para enfrentarnos
al mundo, este papel lo asume la familia. Desde este lugar conoceremos más del
mundo que desde el propio mundo, gracias a los media.

2.- PROTOTIPO. ESPECTADOR TOTAL Y AUSENTE. ACTOR AFICIONADO Y PROFESIONAL.

De lo más profundo del sillón del hogar, surge un hombre tapizado de igual
modo que el resto del mobiliario ("el mueble viviente ya no se diferenciará
del inmueble" Paul Virilio). Es un individuo que observa el espectáculo social,
el mando a distancia como prótesis distintivo y estandarte del espectador total
cercano a lo ausente. Es una presencia cercana al obeso que describe Baudrillard,
como un personaje "de deformidad por exceso de conformismo" "ya no hay límite,
ya no hay trascendencia: es como si el cuerpo ya no se opusiera a un mundo exterior,
sino que intentara digerir el espacio en su propia apariencia" (...) " Obesidad
característica de la modernidad operacional, en su delirio de almacenarlo todo
y de memorizarlo todo, de llegar, en la inutilidad más absoluta".
Por otro lado, es sabido que de la imposibilidad de ser actor total al cien
por cien se crea la posibilidad de convertirse en actor. No es moral, quizás,
serlo en un 99%. Siempre debemos actuar y hacer constar nuestro papel en la
historia, ya no necesitamos nuestros quince minutos de popularidad que auguraba
Warhol. Ni tan siquiera eso pasaría factura al telespectador de hoy, que vive
en varios canales televisivos a la vez y no alcanza a digerir el exceso de información
que se les ofrece. Asumido el papel de espectador con una nueva retina televisiva,
ya no nos hace falta nuestro televisor para observar el mundo ya que estamos
abobados por la indiferencia.
Nuestro momento de actor me gustaría dividirlo en aficionados y profesionales,
aunque para nuestra relación con los y lo demás lo convirtiera más en una necesidad
que en un hobby, en el caso de los primeros. Los actores aficionados son aquellos
individuos que creen interpretar un papel discreto, como un extra en una gran
batalla, claro está, que no es la suya. Se limitan a observar y sólo actúan
cuando es estrictamente necesario. Desvincularse de este ensimismamiento provocado
por el conformismo, les provoca rechazo, al enfrentarse al mundo fuera de su
domicilio. ES un prototipo que surge y se siente bien con las nuevas tecnologías.
Se convierte en objeto de los medios, como un receptor de imágenes e información
que le convierte en turista accidental del mundo cotidiano. Herbert Marcuse
comenta este fenómeno como el hombre unidimensional diciendo "los conflictos
y contradicciones psicológicas han sido abolidos por el estado de administración
total, su vida interior está totalmente administrada por un sistema social,
hasta sus sueños no son suyos". De este capricho de actuar en el sistema social,
surge por necesidad, el actor profesional. Marshal Bermann comenta el pensamiento
Foucault, diciendo: "está obsesionado por las prisiones, hospitales, asilos,
etc. negando la posibilidad de cualquier clase de libertad. Preserva su desprecio
más feroz para las personas que imaginan que la humanidad moderna tiene la posibilidad
de ser libre". El propio Bermann dice que el capitalismo ha transformado las
relaciones entre las personas entre sí y consigo mismo. Esta ausencia de libertad
compromete al segundo tipo de personaje, que llamaré actor profesional. De contemplar
la escena pasa a formar parte de ella con gusto. El problema, quizás, es que
este individuo se encuentra metido en su papel social, aunque ni siquiera él
sabe que está actuando. ES como un pilar firme que se empeña en construir y
ser destruido para seguir impulsando el caos contemporáneo. Es ese tipo de individuo
convencido de que toda escena cotidiana precisa de él, él es escena continua
en esencia. El hombre contemporáneo es elemento sustentante, siendo la masa
social el elemento sustentado. ES curioso que, en la Grecia Clásica aparezca
frecuentemente el hombre, como ornamento del fuste de la columna, hoy en día
somos cada uno de nosotros, ese mismo ornamento de nuestra propia evolución,
adornamos el paisaje prescindiendo de la naturaleza. Aquí está el hombre soberbio
de hoy, protagonista principal de la nada, que se considera imprescindible en
cualquier escenario. Es el espectador ausente interpretando un papel de actor
profesional. Bermann comenta "al luchar contra el caos en movimiento, el individuo
no hace más que agravar el caos". Es un actor-director, un semidios terrenal,
que dirige sus propios films, pero que son producidos con el esfuerzo económico
de todos nosotros.

3.- CONCEPTO DE MASA. EL INDIVIDUO, ELEMENTO SUSTENTANTE. LO COLECTIVO, ELEMENTO
SUSTENTADO.

Estos dos grupos, espectador y actor, que a su vez se dividen en espectador
total y ausente, actor aficionado y profesional, podrían a su vez, ser infinitamente
divididos, en grupos los unos y en gremios los otros. Pero voy a esconderme
en medio de la masa social que habita el planeta, sumergirme entre la muchedumbre
social, y no intentaré subdividirlos para así poder ampararme en ese estado
de sumisión clónica social en la que estamos enfangados. Un nuevo fango de Maccadamm
donde apreciamos los pilares del sistema, en el que, sobre una base de terracota,
se dejan ver grietas que representan el miedo a la posibilidad de habernos equivocado.
Imaginemos que todavía estamos en la Torre de Babel. Sería diferente nuestra
coexistencia.
Hoy en día, el miedo al error, ambos están asumidos, no nos provoca temblar
de pánico. El público, la audiencia, la masa, el espectador colectivo con síndrome
clónico de pensamiento, asume graves errores sociales con la misma facilidad
que engulle palomitas, a ritmo de metrónomo, viendo un reality-show. Según escribe
Paul Virilio en su obra Estética de la desaparición, "la ciencia habrá fabricado
realmente una nueva sociedad, cuyos miembros se habrán convertido todos en durmientes,
vivirán días ilusorios, sintiéndose muy cómodos, como es natural, en una situación
de paz total, de disuasión nuclear, desarrollada según el principio del mínimo
esfuerzo, tan caro a los ingenieros: de conformidad con una curva de distribución
óptima de los esfuerzos de las fuerzas, que garantiza el equilibrio y evita
el accidente, un mundo por entero suspendido en el umbral de una operación final
que realizaría para la humanidad un rito de paso comparable al del Génesis por
su fatalidad". Está claro que no hay una necesidad de clonación quirúrgica de
seres humanos, porque llevamos anestesiados desde la Revolución Francesa. Existe
esa clonación silenciosa, casi voluntaria de no pensar cada cual en su propio
guión. La educación, en el momento en que se industrializa por medio de un patrón
estándar, genera y favorece la sumisión social del individuo. Esto es un abismo
cuyo fondo consiste en asumir la culpa. Tenemos esa tendencia clónica hoy en
día de compartir la culpa ajena. Es una deuda que todos tenemos con nuestra
historia. Todos somos culpables. Asumamos pues, el error de nuestra existencia
dominadora. En términos bíblicos "paguemos por nuestras culpas", en el barrio
jugando al escondite "por mí y por todos mis compañeros". Comenta Marc Auge
en su libro Los no lugares "la historia se acelera. Apenas tenemos tiempo de
envejecer un poco, que ya nuestro pasado se vuelve historia, que nuestra historia
individual pasa a pertenecer a la historia. Hoy los años recientes se vuelven
historia tan pronto como hicieron su aparición. La historia nos pisa los talones".
Quizás deberíamos pensar en que la historia va por delante de sí misma, y zancadillea
nuestras vidas con una enorme mochila de piedra sobre nuestras espaldas. Podríamos
decir que la historia nos asfixia. Como comenta Baudrillard "el cielo ya no
cae sobre nuestra cabeza, son los territorios los que se deslizan bajo nuestros
pies". Estamos en ese momento en que, de una sumisión espiritual, el miedo colectivo,
hemos pasado a una sumisión terrenal, nada nos importa y hemos perdido claramente,
la intención de coexistir en el mundo.
Esta aceptación de la culpa ajena, Baudrillard lo compara con el rehén, un individuo
que no hace más que responder de la muerte del otro. Habla en términos de chantaje
afectivo, somos el rehén afectivo del otro, somos la columna que sustenta la
culpa. "Nos hemos convertido en los satélites de nuestros satélites", sentencia
Baudrillard, "nuestra situación paradójica es la siguiente: como nada tiene
ya sentido, todo debería funcionar a la perfección. Como ya no existe un sujeto
responsable cualquier evento, incluso mínimo, debe desesperadamente ser imputado
a alguien o a algo: todo el mundo es responsable, una máxima responsabilidad
flotante está ahí, dispuesta a apoderarse de cualquier incidente. Cualquier
anomalía debe ser justificada, cualquier irregularidad debe encontrar su culpable,
su encadenamiento criminal". Todo esto sería una pátina social que oculta la
verdadera culpa: nuestra autonomía dentro del resto del universo. Todos formamos
un enorme pilar de cemento, vivimos en la era de este material, es la huella
por excelencia del hombre en su entorno. Hemos solidificado nuestra atmósfera
bajo el nombre de ciudades. Todos tendemos a ser esa columna como alguien que
soporta un elevado coste para conseguir una tarea primaria que se supone que
es sobrevivir. Quizás la diferencia es que hoy vivimos con mayúsculas. Furio
Colombo comenta "masas cada vez mayores de hombres -precedida a veces por grupos
más nerviosos y sensibles- errarían buscando nuevas identificaciones, nuevas
referencias y nuevas polaridades en los espacios abiertos, entre las instituciones
insignificantes y, mientras tanto, se dedicarían a la tarea primaria de sobrevivir".
Por otro lado Regis Debray en Vida y muerte de la imagen comenta: "nos hemos
liberado de las tareas de subsistencia, de la angustia de morir de hambre, de
la caída inexplicable del día. Hubo magia mientras el hombre dependía de las
fuerzas misteriosas que le rodeaban. Lo visual aparece cuando ya no tenemos
lo trascendente, esto hace que trabajemos con nuestras percepciones, sin temor
a lo oculto".
La televisión según Mcluhan, "intensificaría al máximo la responsabilidad del
género humano, en sentido de responsabilizarnos de todo y en todo. Si fuera
así, en todo es limitadísimo, y ser responsable de todo es demasiado”.
Convirtamos pues nuestra existencia en rexistencia, asumamos la pasividad total
de nuestra culpa. En el siglo XXI, el cansancio crónico será más evidente, agotados
de actuar en un escenario que no cambia de decorado ni de guión, se convertirá
en cansancio clónico, con una mentalidad común cuyo fundamento principal será
el de ser espectador privilegiado de un juicio final que todos nosotros, como
columnas vivientes, estamos construyendo. Con nuestra pasividad fomentamos activamente
que esto ocurra. Hundámonos entre los cojines de nuestro sillón, dejémonos bombardear
por nuestro televisor sin belicismos, así tranquilamente en el hogar, como trinchera
frente al mundo, porque ese mundo ya no habita en el exterior, sino que convive
con nosotros a través de los medios. Culpémonos pues, de ser un dígito más,
porque hemos perdido la esencia que creó ese dígito. Octavio Paz en su libro
Hombres en su tiempo comenta "la sociedad no es una masa indiferenciada, sino
una compleja estructura o, más bien, un sistema de estructuras. Cada parte,
cada elemento -clases, grupos, individuos- está en relación con los otros. Las
estructuras son verticales u horizontales. La relación vertical es de dominación,
es una relación jerárquica. La relación horizontal es, generalmente, de
rivalidad”.

4.- EL TELEVISOR OBJETO DE COMPAÑÍA. LA MASA DOMESTICADA.

Juguemos a que el televisor pierde esa identidad de objeto, nos resulta tan
familiar y cotidiana su presencia que, oficialmente forma parte de nuestra familia.
La mesa en el comedor se orienta dependiendo de su disposición física y se multiplica
su presencia según las habitaciones del hogar. La media de televisores en los
hogares es de dos aparatos. No es extraño que en vacaciones, entre las maletas
y los niños, se encuentre el televisor, no con una dependencia lúdica ni ociosa,
sino que se ha convertido en una necesidad sin rebajas, como la droga. Sería
cómica una campaña desde la propia tele advirtiendo a la audiencia que la tele
perjudica seriamente nuestro intelecto y que nos convierte, por exceso de acontecimientos,
en seres complacientes con y para el sistema. Para la gente que viva sola, la
televisión se humaniza como un animal de compañía. Es como un felino que, sigilosamente,
captura a su presa. Destaquemos a los sin tele como un grupo marginal que ocupa
su tiempo alejado del mundo. Hace plantearse a la masa social si existen ya
centros de rehabilitación. Y a todo esto, sumémosle las nuevas tecnologías.
Comenta Giovanni Sartori que la figura del hombre de hoy se ha convertido en
"homo videns". Dice "la facilidad de la era digital, representa la facilidad
de la droga". En 1992 había vendidos un millón de millones de televisores. Hagamos
una estadística: si somos 6000 millones de habitantes en este planeta, ¿cuantas
teles hay?. Digamos que la televisión es pasiva y que, con la llegada de Internet,
se presupone una actividad ambigüa. Comenta Sartori "en teoría, Internet debería
estimular al crecimiento cultural. Pero en la práctica puede suceder lo contrario,
desde el momento en que el homo videns ya está formado cuando se enfrenta a
la red". Todo esto no es más que el principio. En los ciber golosineros, plagados
de quinceañeros, hay otra dinámica generacional, porque existe una visión que
se ha formado al antojo con los medios. Comenta Sartori: " la televisión no
es sólo instrumento de comunicación; es también, a la vez, paideia, un instrumento
antropogenético, un medium que genera un nuevo ánthropos, un nuevo tipo de ser
humano". Cambiemos pues de canal, despeguémonos de nuestra butaca-altar y visitemos
el mundo real.
Un ejemplo para deleitarnos con nuestra nueva mirada, es encontrarnos a nosotros
mismos, no como voyeur, sino como parte ínfima de la masa social. No existe
el televisor físicamente, pero observamos los acontecimientos como si nuestra
retina fuese un objetivo de una cámara grabando un reportaje turístico en un
día reglamentario de playa. De esas playas plagadas, tanto de gente, como de
ingenio para combatir el aburrimiento. Escénicamente no cabe nadie más y se
teme que suba la marea. Convertiremos nuestro metro cuadrado eventual playero
en una improvisada salita de estar, sin tele, pero con un montón de complementos
(sillas, colchoneta, sombrilla...). La escena nos muestra a todo ese gentío
como actores, extras de nuestra vida real. Buscaremos a nuestros vigilantes
de la playa entre la muchedumbre, identificaremos a Chanquete entre los varones
ancianos, e imaginaremos el pánico de los bañistas por la aparición de Tiburón.
En un intento de reencontrarnos con lo real, nos damos cuenta que, nosotros
mismos, somos actores para que otros disfruten de nuestra actuación. Entre la
masa social, unos actúan y otros observan, pero nunca sabemos en que momento
intercambiamos los papeles, debido a que las miradas atienden a una anárquica
relación con el momento.
Lous Jounet comenta: "ser espectador es un acto social, es integrarse en una
comunidad. Los sentimientos individuales y colectivos reaccionan al unísono,
se exacerban y, en ocasiones, se exteriorizan de manera violenta, casi siempre
de forma unánime.
La aparente soledad del individuo delante del televisor, es ficción. De hecho,
los solitarios frente a la pantalla, son muchos, porque ningún espectáculo se
hace para un único individuo. Las condiciones materiales para la representación
han cambiado, pero no la naturaleza del espectáculo".
La Konkrete Mase de la que habla Leopold von Wiese "es una masa de personas
en contacto físico o al menos visual que, durante un breve lapso de tiempo,
emergen y actúan juntas como un grupo, como si fueran un solo ser". Esto nos
ofrece esta posibilidad de observar y ser observados sin tener prejuicios. Todos
lo hacemos. De esta manera, en el medio de la muchedumbre, podremos cambiar
de canal y, miremos a donde miremos, siempre surgirá una escena que nos involucre
con nuestros semejantes. ES teatro participativo, el drama social de la aglomeración.
La televisión nos ayuda a tener la sensación de que todos somos uno, pero aparte
de ser simplemente una sensación, toda ella se me presenta como virtual. Comenta
Sartori "hasta la llegada de los instrumentos de comunicación de masas los grandes
números estaban dispersos, y por ello mismo eran muy relevantes. Por el contrario,
las comunicaciones de masas crean un mundo movible en que los dispersos se encuentran
y se pueden reunir, y de este modo hacer masa y adquirir fuerza". Está clara
la existencia de esta unión, pero temo que esa fuerza tan sólo exista contemplando
el partido de fútbol de rigor. A ante bajo cabe con contra todo.

APAGA Y VÁMONOS

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